Por Raimundo Fernández Mouján
Walter Benjamin creía firmemente que los objetos contenían la historia como un significado oculto. El discurso entonces debía ser constituido por la presentación misma de los objetos, mostrados de un modo particular que permitiera que aparecieran en su facticidad más sorprendente, para posibilitar leer la historia en la superficie misma de las cosas. En el Proyecto de los Pasajes, el filósofo alemán tenía la intención de poner en práctica este método. Pretendía presentar tan sólo citas e imágenes, unidas únicamente por comentarios. La interpretación debía surgir de las citas mismas y no de la mediación teórica.
Con este procedimiento se establece un modo perceptivo particular, que para extrañar, o más bien para hacer aparecer como ruinas a los objetos del presente, debe correrse de la mirada cotidiana y generar un nuevo modo de ver.
Es de gran utilidad hacer un paralelo entre el método benjaminiano y el cine de Hartmut Bitomsky.
En varios films de Bitomsky la historia es contada a partir de una presentación particular de las cosas que, dejadas ser, abren un campo de sentidos pero no fijan ninguno.
Un momento histórico se encuentra, más que en la explicación o la narración de los hechos, en la presentación misma de los archivos y de la forma en que estos se muestran a sí mismos, o en la forma en que un entrevistado cuenta un detallado procedimiento técnico, o en el modo de funcionamiento de una maquinaria. Es la historia leída a través de sus productos. Es la des-naturalización de las cosas, que por este procedimiento se nos presentan de modo sorprendente y extraño, exigiendo una atención particular que no le prestábamos en el transcurrir de nuestra vida.
En Bitomsky este procedimiento excluye, acertadamente, cualquier intento de excesiva estetización. Ni un rostro embellecido, ni una coloración emotiva, ninguna ambientación sentimentalista. Es que la composición esteticista constituiría una suerte de velo que impediría la particular presentación de las cosas que se ve en estos films. La mirada rebotaría, no accedería. Nos quedaríamos con un impacto producido por la composición o por un exceso de fotografismo, que impediría el extrañamiento. La mirada desnaturalizadora se opone, en términos de tiempo perceptivo, al impacto. La primera necesita más tiempo, el segundo se trata sólo de un instante.
Tomemos por ejemplo el uso de archivos que pone en juego Bitomsky en Autopista del Reich. Los archivos constituyen el discurso. Se presentan. En su presentación se muestran y abren sentidos sin fijar ninguno. En esta mostración de la facticidad misma de los archivos se abre un campo de significados que no es más que la historia, que un momento particular leído en la superficie de sus productos. Aquí no importa sólo lo que los archivos dicen, su contenido, sino también la forma en que se dice. Los archivos muestran mostrándose. Su significado está en su acontecer. No son letra muerta al servicio de un argumento acerca de cómo ocurrieron los hechos del pasado, son hechuras particulares que en el modo singular en que están hechas muestran un índice histórico, una época. Son restos del pasado que de algún modo todavía viven en el presente.
Es interesante, en este sentido, la sensación que generan las filmaciones contemporáneas (o más bien de la década de los 80) en, por ejemplo, Autopista del Reich. El procedmiento llevado a cabo con los archivos produce justamente que esa autopista por la que miles de personas circulan todos los días y a la que no prestan una particular atención, de repente vista de otro modo, se presente como ruina, como un pasado que vive en el presente. Este singular modo de presentar las imágenes produce una particular dialéctica pasado-presente, que muestra la facticidad misma de la historia y la supervivencia de una época pasada en la presente.
La unión de estos archivos y de otros materiales tales como entrevistas, se realiza a través de un sutil procedimiento de montaje y de una monótona y humilde voz en off (para cumplir su función debe ser humilde). Como en Benjamin, los comentarios funcionan como las junturas entre las citas/archivos/entrevistas/etc., como aquello que permite armar una estructura que posibilite extraer sentidos de la presentación misma de las cosas.
El procedimiento de Bitomsky rechaza cualquier pretensión de totalización. Después de ver uno de sus films no nos queda ningún sentido cerrado. Es que esta presentación particular de la historia, o de las cosas como historia, o de la historia como cosas, abre un gran campo de significados pero, como ya se dijo, no fija ninguno.
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